Con una superficie territorial de 177.4 km y una densidad de población de 106 hab/km, el municipio de Altamira posee un Distrito Municipal, Río Grande. Localizada en las inmediaciones de la Cordillera Septentrional, era conocida como Los Ranchos, ya que las primeras familias asentadas, los Álvarez, Rodríguez, Parra, Francisco y Vargas eran agricultores que llegaron atraídos por la fertilidad de sus suelos haciendo conucos y ranchos.
Los primeros testimonios escritos datan de 1780 y son los libros parroquiales llevados por el cura Josep Pérez, los cuales subrayan la existencia de la comunidad rural de Río Grande, Altamira, en Puerto Plata. Emilio Rodríguez Demorizi detalla ese padrón, registrando que poseía unas 150 personas. En 1826, el inglés Charle Makenzie informó que “El pueblo de Altamira consta de 50 bohíos, y ocupa una hermosa situación en medio de las alturas, y allí se goza de un aire agradable; las cercanías parecen bien cultivadas”.
En la época de las devastaciones de Osorio fue paso comunicativo entre el Valle del Cibao y Puerto Plata. Asimismo sirvió de refugio y escondite a los colonos que se negaban a abandonar su población durante las devastaciones.
Hacia 1843, durante el gobierno de Charles Heráld, fue designado como puesto "Cantonal del Ejército Haitiano", el cual desapareció con la independencia de la República Dominicana.
En el período de la Anexión, Altamira pasó a formar parte de la provincia de Santiago, tras ser puesta en vigor la Ley n° 40 de 1845.
En los tiempos de la Restauración los bohíos dispersos se hicieron más numerosos y se agruparon en forma de una villa que comprendía entre 60 o 75 familias, las cuales vivían del cultivo de productos agrícolas de ciclo corto y de la ganadería cimarrona.
Mientras transcurría la Guerra Restauradora las actividades comerciales se vieron mermadas, aunque en poco tiempo la zona volvió a florecer. Para estos tiempos Altamira contaba con una sola calle, que se llamaba "La Calle del Comercio", donde estaban los principales negocios de ropa, zapato, comestible, enseres del hogar, etc.
La localidad fue elevada a la categoría de municipio por disposición del presidente de la República Dominicana Ulises Heureaux el 29 de octubre de 1889, mediante el Decreto n° 9793. Su primer sindico fue el señor Manuel de Jesús Peña durante los años 1889-1890. Como consecuencia de que eran cargos honoríficos y nombrados por el Poder Ejecutivo, desde 1889 al 1900 fueron nombrados once síndicos.
Altamira fue elevada a Puesto Cantonal durante la ocupación haitiana, en 1843, siendo Puerto Plata, común de Santiago. Nombrada Común por el decreto del 27 de julio de 1889, instalándose las nuevas autoridades el 29 de octubre del mismo año. En 1882 se formó una “Comisión de la fábrica de la iglesia de Altamira” y nueve años más tarde, el 31 de octubre de 1891, se bendecía la iglesia. Los festejos iniciaron el día anterior, con una salve interpretada por el joven sacerdote Carlos F. Morales L., acompañado por músicos de Santiago y Puerto Plata. A las 8 de la mañana inició la ceremonia, celebrada por el párroco Juan Albino, asistido por el Pbro. Morales Languasco. El pueblo mostraba su regocijo, interpretando en las calles, vals y danzas, seguido de diversiones como “palo encebado, pollo enterrado y otras”.
Al inicio del siglo XX su industria cafetalera contaba con “las mejores factorías de la provincia”. Se producía también café, guineo, tabaco y maní. En la actualidad se cultiva aguacate y cacao; y en La Escalera y Río Grande, gandules, guineos y tayota. El censo de 1919 estimó la población de Altamira en 10 mil personas”.
El Convite es una tradición cultural conocida en la actualidad como Junta. En vista de que los pisos eran de tierra, las mujeres invitaban sus enamorados para pisotearlos, quienes ayudados por una tierra especial y yaguas no descansaban hasta ponerlos parejos. “De ahí nace el Machacó, que es un baile romántico donde las mujeres galanteaban a los hombres”. Para las fiestas de San José Obrero, Santa Ana y Las Mercedes, se celebran velas y para el patrón San José se hace una novena, procesiones y presentaciones culturales. En las comunidades hay grupos de música típica y de atabales.
Altamira tiene personajes que han trascendido el ámbito nacional como son Bartolo Colón, Wilfrido Vargas, Alberto Ulloa, Francisco Ulloa y Agliberto Meléndez. Además, Rubén –Nicodemo– Arias y mujeres, como Socorro Montán, educadora; María Concepción y doña Marta, quienes eran las comadronas de la comunidad. La Casa de la Cultura fue fundada en el año 2017 por el Ayuntamiento Municipal. Para incentivar la producción artesanal y cultural, con el programa de cooperación japonesa JICA, se capacitó a las mujeres para trabajar el crochet, crearon un collar que identifica el municipio en homenaje a Bartolo Colón (pelotero) y un personaje carnavalesco vinculado al cacao.